Mi Historia en el Rallismo. Frank Valery Jr.

Mi historia en el Rallismo tiene que ver mucho más con el cronometraje deportivo que con mi participación en la especialidad dentro de un vehículo de competencia.

Durante mi juventud, mucho antes de cumplir los 18 años de edad ya había participado en numerosas competencias de Rally estilo Gymkhana, en su mayoría organizadas como parte de las actividades de pro-graduación de algunos colegios de Caracas o como actividades promocionales de algunas grandes empresas del país. La mayoría de estas actividades eran organizadas por el Señor Martell, de mucho prestigio para esta especialidad en aquella época de finales de los años 70. Allí siempre participé en calidad de copiloto, acompañando a mi piloto Carlos Castillo, para ese momento novio de una de mis primas, y a la postre mi querido compadre. Tuvimos la oportunidad de ganar tres o cuatro de aquellas pruebas y en caso contrario siempre culminábamos entre los primeros lugares, lo que a la postre motivaría nuestra efímera participación en el Campeonato Nacional de Rally de 1979.

Sin embargo, mi participación como cronometrista si se inicia muchos años antes, ya que desde niño compartí con mi padre su pasión por el automovilismo. De tal manera que cuando mi padre Frank Valery Sr. comienza su participación en el mundo del rallismo, siempre fui su asiduo acompañante a las competencias. Mi madre, Lya Márquez de Valery, y mi tía, Soledad Pérez de Márquez; quienes eran las esposas de Frank Valery y Rafael Márquez, siempre siguieron muy de cerca la historia rallística de mi padre y de mi tío/padrino. Por ello, yo también tuve la oportunidad de hacerlo desde muy joven, acompañándolas a la salida y llegada de los eventos y posteriormente a los puntos de control de las etapas de regularidad o de los finales de etapas de los numerosos rallies en los que participaron aquella dupla de seres tan queridos para mí.

A los primeros rallies asistí solo en calidad de espectador móvil, porque ya no solo era la asistencia a la salida y la llegada, sino que nos movíamos a algunos de los sitios por los que el rally transitaba para ver el paso de los vehículos por los puntos de control o para

ver y escuchar los chirridos de los cauchos a la lejanía y aquellas escandalosas luces que parecían iluminar el cielo entero cada vez que un vehículo aparecía como fantasma en las etapas de velocidad (Primes).

Mis primeros recuerdos me llevan a la época en que la organizadora de los rallies en Venezuela era la inolvidable Alina Agulló, mujer de una gran sonrisa que a su vez transmitía la sensación de una increíble seguridad en sí misma. Lamentablemente, el recuerdo más vivo en mi memoria es el paso de los vehículos llegando a Barquisimeto como participantes del Rally “Vuelta a Venezuela” del año 1972, cuando ya se conocía la lamentable noticia del fallecimiento de Alina debido a que la avioneta en la que volaba en el cumplimiento de sus labores como organizadora del evento se había estrellado. Por esta razón se había decidido suspender el evento. Entre aquellos vehículos estaba también uno en el cual Ambra Zanovinni, hija de Alina, participaba del evento en calidad de copiloto.

En las fotos previas podemos ver a Alina Agulló, siempre elegante y con el cronómetro en la mano. 

De aquella primera época recuerdo vagamente algunos nombres de grandes competidores: Manuel y Vicente Mundó, Pablo Mihalka, Sandro Munzi, Giovanni Autiero, Nuncio La Stella, Ambra Zanovinni. 

A la muerte de Alina, Giovanni Autiero (Gianni), tomaría la batuta de la organización de los Rallies en Venezuela. El equipo de cronometraje de Gianni era bastante familiar, ya que se componía de un grupo de amigos cercanos, sus 

sobrinos y algunos colaboradores que le apoyaban en dicha tarea. Para esa época, mediados de los años 70, con tan solo unos 10 a 12 años de edad, mis padres me permitían acompañar a alguno de estos personajes que apoyan a Autiero en las labores de cronometraje a los puntos de control. De esa época recuerdo a los Tagliaferro (sobrinos de Gianni), a Chacón, a Niko Syriotis, a Roberto (el quemao). Con ese equipo de cronometraje recorrí Venezuela entera apoyándolos con la tarea de llevar nota de los números de los carros que pasaban por los puntos de control o “controles” como simplemente los denominábamos. Participé en las mencionadas labores en numerosos rallies: Las 12 horas de Caracas, los Mil Minutos, La Vuelta a Venezuela, El Circuito del Lago, Rally de las Perlas (Margarita). El cronometraje de eventos como el de La Vuelta a Venezuela requería de grandes sacrificios, ya que en ocasiones te tocaba un control en los Andes y otro en el Estado Bolívar. Por ello había que viajar corrido por 12 a 14 horas, una vez cerrado el primer puesto de control, para llegar a tiempo al siguiente en el lado opuesto del territorio nacional. 

De esa época recuerdo la fundación de Averally, las reuniones en el Taller Monza, donde Franco Mantovani puso a la disposición de aquel grupo de “fiebruos” una oficina donde se organizaban los eventos, reinaba la camaradería y se hablaba un lenguaje muy típico del mundo de los motores, la competencia y la adrenalina a millón. Las duplas de competidores de aquella época que vienen a mi memoria eran Salvatore Dionisi y Alberto Mantovani, Alfredo Villapol y Guillermo Bortot, Enrique Pinochet y Emilio González, Gustavo Fuenmayor e Iván Yéspica, Rafael Márquez y Frank Valery, Lucien Vial, Carlos Flores y Francisco Gutiérrez, Antonio Schilling y Eudoro López, Carlos y José Sánchez, Douglas Gil, Germán Aranzazo, Hilario Reali, Eleazar Reverón, Luis de Falco y Henry de la Mano. 

Aquí les dejo algunas fotos de la época. 

Con el equipo de Giovanni Autiero nos tocó realizar el cronometraje de las “200 millas de Venezuela” válida para el Campeonato Mundial de Motociclismo realizada por primera vez en el Autódromo Internacional de San Carlos en el año 1977 y ganada por nuestro Johnny Cecotto en la categoría de los 350cc, por Barry Sheene en 500cc, Walter Villa en 250cc y Angel Nieto en 125cc. Nuevamente apoyamos al equipo con la tarea de llevar el recuento manual de las motocicletas que pasaban por la línea de meta, ya que para la época no se contaba con instrumentos electrónicos para la realización de dicha tarea. Aquellos papeles llenados a mano simultáneamente por varias personas, serían después corroborados por los comisarios de la prueba, para así poder ratificar a los ganadores del evento. Tres detalles importantes vienen a mis recuerdos de aquel Gran Premio de Motociclismo: la locura de las primeras tres o cuatro vueltas donde 25 a 30 de las motocicletas participantes en la prueba pasaban prácticamente juntas sobre la línea de meta dificultando así la realización de nuestra tarea, la forma en que Barry Sheene salía en “caballito” de la curva del casquillo con peralte invertido (dos curvas después de la línea de meta) y la algarabía por el triunfo de Johnny. 

Mis padres disfrutaron de una gran amistad con Gianni Autiero que sin duda alguna fue más allá del Rallismo, por lo que lo recuerdo con gran cariño. 

Con la desaparición de Autiero, tomaría el testigo para continuar aquella tarea tan necesaria para la persistencia del rallismo en Venezuela, Freddy Torrealba, quien ya había participado en dichas competencias en calidad de copiloto. 

 

Ya en la época de Freddy Torrealba, al frente de la organización de la especialidad en Venezuela, junto a mi compadre Carlos Castillo; con quien como ya dije anteriormente habíamos compartido experiencias en algunas competencias Gymkhana; nos tocó apoyar a Freddy, ya como cronometristas oficiales, y recorriendo buena parte del país de cabo a rabo. Fueron aquellas experiencias, las que terminaron de despertar el gusanito que nos llevó a considerar seriamente la posibilidad de competir en el Campeonato Nacional de Rally.

Así como Gianni Autiero fue gran amigo de la casa, también lo fue Freddy Torrealba, quien consideraba a mi padre y tío como una especie de mentores en la especialidad. Recuerdo las reuniones en la casa, con la presencia de muchos de los competidores de la época, 

cuando comenzaron a llegar a Venezuela los “Speed Pilot” de gran ayuda en las etapas de regularidad para llevar un control más preciso de la velocidad durante la etapa o con los cambios de velocidad que se realizaban dentro de las mismas. También los Odómetros externos “Twin Masters” que se colocaban a los vehículos para llevar el kilometraje exacto de cada etapa, ya que lejos estaban todavía los odómetros que permitirían limpiar el kilometraje acumulado por el vehículo y mucho más aún los cuenta kilómetros digitales. 

Antes de entrar ya en la última faceta de mi paso por la historia del rallismo en Venezuela, quisiera narrarles un episodio muy simpático, poco conocido quizás, pero a la postre probablemente productivo para la continuidad de este emocionante deporte en Venezuela. Por allá por el año de 1976 con el apoyo de mi papá y luego con el de Freddy Torrealba, debido al gran cariño que tenía por nuestra familia, los muchachos de la cuadra organizamos un campeonato de rally en bicicleta. Dicho campeonato incluía etapas clásicas, etapas de regularidad, prime de velocidad y constaba de unas 6 pruebas válidas durante el año. Hubo premiaciones, trofeos y demás, para los ganadores del campeonato que se repitió durante dos años. Anteriormente dije que este había sido un episodio productivo para el rallismo, porque entre aquellos muchachos de la cuadra se encontraban el finado Laffit Pincay y el muy conocido, casi intergaláctico Carlos Alfredo Rodríguez Cisneros, mejor conocido en los bajos fondos como “Caco”. Ambos aportaron, y en el caso de Caco aún siguen aportando a la historia del rallismo venezolano. Laffit Pincay quien siempre demostró su pasión por la mecánica y el automovilismo, era invitado fijo cada vez que teníamos que armar y desarmar parte del Dodge Dart de mi tío Rafael Ángel para colocar el Roll Bar desmontable, extintores, bombas para suministro de agua para piloto y copiloto, Speed Pilot, Twin Master y demás aditamentos para preparar el vehículo de cara a la competencia. 

De aquella época puedo mencionar a algunos sobrevivientes de la primera época a los cuales se añadieron otro grupo importante de participantes: Rafael Márquez, Frank Valery, Nelson Canache, Jaime Balbes, Guillermo Bortot, René Guillón, Enrique Pinochet, Emilio González, Vicenzo Yanelli, Vito Bellomo, Carlos Uribe, Manuel Cisneros, Carlos Sánchez, José Sánchez, Oscar Notz, Iván Yéspica, Paco Hernández, Ignacio Grau, Carlos Tabachi, Fernando Tabachi, Gianni Catanzaro, Alberto Adriani (El Bachaco), Henry de la Mano, Luis de Falco, Freddy Torrealba, JJ Rondón, Germán Aranzazo, José Chacón, Luis Guevara, Leopoldo 

Almenar, Gustavo Fuenmayor Jr., Raúl Prieto, Rolando Graziano, Raúl Ponte, Douglas Filibert (Pantera), Pedro Mir, Enrico Rotolo, Argenis Martínez, Carlos de Armas y Carlos Flores. 

Volviendo a la historia del rallismo en vehículos a motor, una vez que la pasión terminó por dominarnos, Carlos Castillo y yo comenzamos a participar en algunos de los eventos correspondientes al Campeonato de Rally del Estado Carabobo. Yo era aún un estudiante de bachillerato, por lo que no tenía recursos ni vehículo, así que participamos en aquellos eventos con su Maverick “Blanco Mate” como solía llamarlo y luego con un Dodge Dart por el cual había cambiado el mencionado Maverick. Sin embargo, cuando decidimos participar en aquel Campeonato Nacional de Rally del año 1979, yo con 17 años cumplidos era apenas un bachiller recién graduado con intenciones de convertirme en estudiante de medicina y poseedor de un Volkswagen Escarabajo, que con mucho esfuerzo había comprado mi padre. Por ello, Carlos decidió comprarle a Vicenzo Yanelli un Fiat que utilizaba para participar en las competencias de rally de aquella época formando equipo en la Escudería DOFI con los finados Vito Bellomo y Carlos Uribe. Lo apodó “Fito” y pusimos en él todas nuestras ilusiones. La ilusión y la dicha serían efímeras, pero aún queda el recuerdo de aquella gloriosa y emocionante época de nuestras vidas. 

Esta historia, que ya he definido como efímera solo duró dos rallies. Si mi memoria no me traiciona, el primero “Las 12 horas de Caracas” culminó llegando a San Sebastián de los Reyes cuando se rompió la punta de eje de la rueda delantera derecha. El segundo “Los 1000 minutos” terminó cuando nos estrellamos contra un poste de luz junto al “Gran Cacao” que está en la entrada 

de San José de Río Chico, al no poder doblar a la derecha en la intersección debido a la gran velocidad a la que veníamos producto de haber perdido la ruta en las inmediaciones de Barlovento. Luego en el Restaurante que se encontraba junto al puente de Chuspita en la carretera vieja de Caucagua, mientras esperábamos la grúa que nos llevaría a Caracas y después de conversarlo y meditarlo largamente, mi compadre tomaría la decisión de vender los restos de Fito. 

De aquel año 1979 también me queda el recuerdo de aquel exitoso e inolvidable evento: el Rally Caracas-Bogotá-Caracas. No tuve la oportunidad de participar debido a los eventos antes descritos y muy posiblemente porque aquel era un evento de muchos kilates para quien era apenas un imberbe como participante en este tipo de eventos, ya que había dedicado el mayor tiempo de su estancia en la especialidad al cronometraje deportivo. De aquel evento me queda el triste recuerdo y el nefasto titular de algún periódico de la época: “Las ruedas de una morocha acabaron con la vida de Vito Bellomo”. 

Unos meses después, yo partiría hacia Barbados, para estudiar el idioma inglés y regresaría a Venezuela en agosto de 1980 para comenzar mis estudios de medicina en Sebucán. Ya para esa época mi padre y mi tío se habían retirado de las competencias y yo había perdido el contacto con el mundo del rallismo y con mi compadre y piloto por casi un año. 

No sé con certeza qué condicionó mi retiro de aquel mundo que había disfrutado tanto y desde tan joven: las exigencias de la carrera, el distanciamiento del mundo del rallismo o una conjunción de ambas cosas. Lo que si es cierto es que, salvo la participación en uno que otro Rally Gymkhana, mis días de competidor habían terminado. 

La fase final transcurrió más bien en calidad de organizador, siempre con el apoyo incondicional de mi padre. Organizamos varios Gymkhanas con la intención de recaudar fondos. En algunos casos como actividades de Pro-Graduación como el que organizamos el año 1987 para recaudar fondos para la fiesta de graduación de mi promoción de médicos cirujanos de la Escuela Vargas. En otros casos para recaudar fondos para algunas Organizaciones o Asociaciones con las cuales hemos trabajado mi esposa y yo durante muchos años, como Asoprogar y Movimiento de Cursillos de Cristiandad (MCC). 

Sin embargo, nunca he estado del todo desligado del mundo del rallismo por varias razones. 

En primer lugar, fue una de las mayores pasiones de mi padre y la compartí y disfruté enormemente con él hasta el día de su muerte. 

En segundo lugar, porque dos grandes amigos de mi infancia estuvieron muy involucrados en el mundo del rallismo una vez que yo dejé mi participación activa en él. Uno de ellos ya partió de este mundo y el otro, no es otro que Caco, a través de quien he mantenido el contacto con ese mundo y con quienes, a pesar de no haber tenido el placer de conocerlos a todos personalmente, han sido los participantes insignes que tomaron el testigo de todos aquellos que he podido recordar en este artículo y que hoy engrosan o engrosaron las filas de nuestra querida Asociación Venezolana de Rally (AVERALLY): 

Alberto de Almada, Alejandro Leal, Alejandro Vale, Alexandro Lucarini, Antonio Schilling, Carlos Armas, Diego Ross, Emilio Soriano, Enrique Castillo, Francisco Calderón, Francisco Fernández, Francisco Figuera, Franco Venniro, Gilberto Centeno, Gustavo Fuenmayor Jr., Henrri Marjani, Henry de la Mano, Hernán Moreno, Hilario Reali, Javier Beltrán, Javier Ramírez, Jorge Rondón, José Manuel Golding, José Neptalí Monsalve, Juan Carlos Catanzaro, Linda Waite, Mauro Ciargo, Nelson Canache, Rafael Durán, Ramón Calderón, Rebeca Reverón. Robert Frontado, Roberto Díaz, Samuel Torres, Simón Domínguez, Tomás Castillo, Toto Osorio, Umberto del Médico, Victor Cicoira, Virgilio Oliveira, Walter Crusco y William Meza.

Y por último porque al mundo del rallismo le estaré eternamente agradecido por haberle dado a mi madre un grupo entrañable de amigos, con Caco (su hijo putativo a la cabeza), que constantemente tienen hacia ella muestras de cariño y respeto que le hacen mucho más agradable la vida en sus años de soledad, cuando ya mi padre no está a su lado. 

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