Walter Crusco, Mi Primer Rally de Campeonato Nacional

Todo comenzó el día de mi cumpleaños número 18, el 1 de marzo de 1975, recibí como regalo de mi hermana Rita un Fiat 1100 D, era blanco, aunque con varios años de uso estaba muy bien y lo mejor de todo era mío, el mejor carro del mundo.

Mi Padre Giuseppe Crusco y mi Primo Gualtiero Capitelli me habían inyectado el virus más pandemico de la humanidad, las carreras, la gasolina y los motores, aunque estudiaba en la Universidad de Carabobo, desde muy niño trabajé siempre al lado de mi Padre, por lo que siempre había algo de dinero guardado, no era mucho y decidí comenzar mi sueño, preparar el 1100 D para correr en él, muchos se reían de ese sueño, era claro que no era el carro más adecuado, pero como dije antes, era mi carro, el mejor carro del mundo.

Papá sabía por donde iban los tiros, sabía de mis ganas de correr y aunque no lo hacía abiertamente el comenzó a tejer parte de la telaraña y una mañana en el taller me propuso que pasara por la Rectificadora Olinto Marchi, que tenían algo que me iba a gustar, efectivamente no sólo me gustó, sino que me dió a entender que tenía su apoyo, ese día comenzó la aventura, me entregaron 4 pistones Borgo de alta comprensión para el 1100 D, no sabían cómo llegaron a la Rectificadora, pero en la etiqueta decía que eran para un Stanguillini de competencia, yo estaba en el cielo.

A los pocos días Papá me dió otra sorpresa, un distribuidor Marelli con doble platino, estaban dispuestos en la platinera para dar dos chispas consecutivas con tres grados de diferencia, la idea era que se quemara la mayor cantidad de mezcla de aire-combustible, mejorando así la eficiencia de la cámara de combustión, no puedo hablar cuánta potencia se pudo ganar, pero de algo si estoy seguro, la elasticidad del motor, o sea su respuesta al acelerador a bajas revoluciones había mejorado.

Un mes después recibí otro regalo, un árbol de levas de procedencia también Stanguillini, no se de donde lo sacaron mi Padre y mi Primo, por un lado yo estaba feliz, pero por otra parte me rascaba la cabeza, literalmente hablando, como era un árbol de levas de competencia, tenía 4 puntos en donde poner el pin que lo anclaba al piñón de la cadena, en resumen había que probar en que posición iba a dar el mejor rendimiento, en función del carburador que iba a utilizar y de los pistones de alta comprensión, Giuseppe y Gualtiero, se habían confabulado para hacerme trabajar ya que para cada prueba había que sacar el radiador, la tapa de la cadena para acceder al piñón del árbol de levas y así poder transportarla… Me quemé las manos varias veces, la “fiebre” era muy alta para esperar que el motor se enfriara.

El carburador fue otra historia, pero ésa me la dejaron a mi, recibí la ayuda del Señor Giorgio Vaccari, quien me consiguió un carburador Weber 34-34 simultáneo, que bien se veían los dos engranajes que abrían las mariposas de los dos cuerpos del carburador y que grande se veía la abertura del nuevo múltiple de admisión, yo volaba sin avión ni alas.

El motor quedó muy bien, de los ciento treinta KPH que alcanzaba originalmente, después del trabajo hecho rozaba los 14O KPH, hubo mejoría, especialmente en aceleración.

Por fin llegó el momento, iba a correr mi primer Rally, una Vuelta al Lago de Valencia que salió de la Casa de Italia de Maracay, en la mañana del día del evento recibí la visita de Battista Orioli, llegó en una Honda CB 400 que había comprado recientemente y aunque llevaba un casco integral, se le reconocía fácilmente, su cuerpo lo delataba, alto y muy flaco, totalmente lo contrario a sus hijos, mayores, quiénes más bien tendían a engordar, vino en tono burlón aunque nada malintencionado, comparaba el Renault 12 Gordini con inyección mecánica Bosch con mi 1100, Papá lo castigó haciendo que me ayudara a cambiar los amortiguadores, cosa que hicimos entre risas y retos, el tenía un buen automóvil y mucha experiencia en pista, por mi parte tenía 18 años y algunos kilómetros de práctica en la carretera que conduce a Ocumare de la Costa, prácticamente la recorría todos los días hasta la cumbre a modo de entrenamiento.
Pocos días antes de la cita con el asfalto de la ruta, Papá me hizo otro regalo, se puso de acuerdo con el dueño de la Joyería La Gaviota, el señor August Brüss y encargaron un cronómetro Omega, con apreciasión a la décima de segundo con un estuche en bandolera rojo, que permitía que fuera utilizado sin sacarlo del estuche, de gran diámetro, con aguja ratrapante y de muy fácil lectura, una preciosidad que duró muy poco, después sabrán el motivo.

Llegó el día de la primera gran aventura sobre el asfalto, ese día por primera vez pude ver a los grandes del Rallysmo Nacional, recuerdo a los hermanos Bortot,  los Mundó, Henry De La Mano, Luis de Falco, Simón Domínguez, entre otros, por el estado Aragua estaban presentes las duplas formadas por, los hermanos Tabacchi, Carlos y Fernando, Eduardo Gavorskis con Giorgio Vaccari, Sandro Lucarini y Alfredo D’Aquisto además de este servidor con Edoardo Petricone.

En la primera vuelta que le dimos al Lago de Valencia nos fue muy bien, recuerdo con seguridad haber terminado esa última etapa de la primera vuelta con 0 puntos y si no mal recuerdo en toda la primera vuelta no llegué a acumular 50 puntos de penalización, nada mal para dos novatos y un 1100D, sin percances graves, solo se había despegado el bajante del escape al pasar por una batea que no vimos… Es de hacer notar que al inscribirnos a última hora el mismo día de la competencia, después de una gran jalada de gónadas al Sr. Giovanni Autiero, no tuvimos acceso a la hoja de ruta por lo que no hicimos el recorrido previo.

Cuando pasamos el control de Samán de Güere, que era el final de la primera vuelta, Papá estaba eufórico, el había escuchado el cero de ese final de etapa, me detuve unos segundos, me preguntó cómo estaba el carro, le expliqué lo del escape y lo de las vibraciones en los frenos, era algo normal, los frenos del 1100 D eran de tambor, los exigí mucho en la bajada de Yuma y se ovalizaron.

Iniciamos la segunda etapa atravesando Maracay por la Avenida Bolívar pasadas las dos y media de la madrugada, tratando de adelantar tiempo ya que teníamos que llenar el tanque de gasolina cosa que hicimos al final de la Avenida Bolívar, seguimos hacia Mariara y estábamos recalculando el promedio para completar la primera etapa de la segunda vuelta al Lago, sorpresa, Eduardo no conseguía el cronómetro, nos paramos para revisar debajo y entre los dos asientos, no apareció, nos devolvimos lentamente y lo vimos tirado en la carretera destrozado, fue una lastima terminar de esa manera el Rally, aunque teníamos otro cronómetro, yo me sentía muy mal y estaba totalmente desconcentrado, había perdido la oportunidad de terminar bien mi primera aventura y perdí un objeto muy preciado, mi cronómetro Omega con su estuche en bandolera, como lo definía el fabricante de esa joya mecánica especialmente diseñado para las competencias automovilísticas.

Aunque como dijo mi Papá, fue “na brutta fine” para esa, mi primera experiencia en el Campeonato Nacional de Rally Venezolano pero igual la llevo grabada en mi mente como un magnífico y bello recuerdo y aprendí mi primera lección, no más cronómetros caros en competencias…

Gracias por su atención Amigos y Colegas Rallystas, también gracias Sandro Lucarini, William Meza y Carlos Tabacchi, quienes me ayudaron a rebuscar en los recuerdos, que me permitieron describir está mi primera experiencia y tal vez en algún momento escriba la historia de otro rally muy significativo para mí, el Rally de las Perlas de 1979.

Comments

  • 1 agosto 2020

    Freya Estefania Crusco

    Me encantan tus historias papá ! Te amo

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